jueves, 1 de marzo de 2012

Reseña publicada por el sitio LIBROS y LITERATURA de ESPAÑA

Título: Soma, El Árbol de la Vida Los lectores pocas veces nos percatamos de la conexión que establece nuestra mente con un libro. Nos mimetizamos tanto con la historia y se vuelve parte de nuestra práctica cuando leemos, que no reparamos en el hecho que las palabras escritas en las páginas parecen ser succionadas por nuestro cerebro y le dan rienda suelta a la imaginación. Cada episodio que narran los autores toma forma en la mente del lector y ese nexo que se genera es el que quizás, mayor placer genere. Todo esto antecede a lo que quiero decir: Me fascina la capacidad de imaginar que tiene el ser humano. En eso pensaba mientras leía Soma, el árbol de la vida de Pablo Banini. Soma es un libro que rinde tributo a la imaginación. El reino de Kevenin no existe, tampoco gobierna el Rey Barif y los magos que conocemos no tienen nada de relación a Móran. En esta historia fantástica donde hay una geografía inventada y criaturas no reales, la novela fluye rápido y lo que parece que va a conectar cada capítulo, no lo es. Todo comienza con una carta que Móran tiene en su poder y que el joven Rafael –sobrino del Rey- va a buscar para salvar a todo el pueblo de Kevenin. El Rey Barif se encuentra en su lecho de muerte porque alguien lo ha envenenado. ¿Qué cree que el lector? Que al llevar la carta al castillo es el fin de la historia. Pues no, a los dos jinetes –andan a caballo, claro está- les esperan más aventuras y más misterios que resolver. Soma, el árbol de la vida es el elemento que moviliza y comprende el objetivo. (Haz click en "leer más" para seguir leyendo la reseña de este libro) Tampoco se centra en un grupo de personajes que se mantienen constantemente unidos. No, cambian, aparecen y desaparecen, juegan su papel. El ritmo que provoca esto tiene relación directa con este cambio que se genera todo el tiempo, sin confundir al lector, al contrario lo incentiva a continuar y evita lo predecible que podría llegar a ser. Creo que la última vez que leí una novela de este género fue en mi adolescencia y puede que haya sido el gran J.R.R Tolkien con su trilogía El señor de los anillos. Sospecho que el autor no pudo evitar tomarlo como referente -porque se trata de una obra brillante- pero lo ajustó a un ritmo ágil, a una narración cambiante que lejos está de aburrir y con unos lugares que a mí me resultan hermosos. Tanto que me tomé mi tiempo para leer varias veces el paso de los jinetes por el lugar donde no deja de llover ni un segundo y da lugar a un espectáculo visual que sólo la mente del lector creará. De los personajes, voy a elegir a Rafael por una cuestión de protagonismo y por favoritismo personal. Él crece, madura, en cada capítulo y esto lo vuelve entrañable. Por supuesto están quienes aportan humor a la historia y los más serios como Móran. El libro entretiene y mucho. Es una historia muy pensada, bien escrita e impredecible hasta el último capítulo. Podría haber empezado esta reseña contando de la forma casi absurda en la que terminé leyendo este libro o conectándola con El Señor de los Anillos y mi déficit, a esta edad, de lecturas del género fantástico. Sin embargo, las primeras palabras de la reseña salieron solas y es que como lectora me fascina lo que un libro produce en mí. Soma y su autor, no hizo más que acrecentar esa admiración por quienes realmente le rinden tributo. Rosario Arán ( rosearan@librosyliteratura.es)